25 de marzo de 2008

Boletín 3: Editorial

Boletín Bimensual – Año 1, Volumen 3 – junio/julio, 2004

Por tratarse de fines de marzo (ya otoño) la mañana era singularmente muy calurosa, el manejo del pisón –al que no estoy habituado- para compactar la base del contrapiso de lo que serán los dormitorios de la casa, ya habían sacado dos ampollas en mis manos enguantadas.
El sudor, el ardor y el cansancio que se hacía presente antes de lo esperado, quedaban minimizados por la alegría de acompañar, en un ínfimo porcentaje, el trabajo esforzado y cotidiano de Norma, beneficiaria de una de las primeras casas que se construyen en Luján, Pcia. De Buenos Aires, Carlos, ayudante y beneficiario de la otra casa y Víctor, el jefe de obra y otros voluntarios.
Ahora, a mediados de julio, con mucho frío en el ambiente, nuestro corazón vuelve a templarse de gozo al ver las construcciones tan avanzadas y prontas a ser dedicadas para la gloria de Dios y el contento pleno de las familias propietarias.
Todo esto se enmarca en un momento muy especial para la historia de Hábitat en Argentina. Después de mucho tiempo de “preparación” y ansiosa expectativa ¡Por fin estamos en carrera!
Para quienes venimos bregando desde el principio, esta realidad es una tremenda satisfacción, pero nada es comparable a la emoción de quienes pueden ver cristalizado un anhelo hasta hoy inalcanzable: ¡una casa digna y propia!
Ver las lágrimas reincidentes en el rostro de Norma Niz, compartir el entusiasmo y alegría de Carlos y Laura Silva Miranda, asombrarnos con el esmero y celeridad que han impuesto a la construcción, son razones suficientes para dar gracias a Dios por permitirnos participar en este ministerio cristianos de Hábitat en Argentina que nos da la oportunidad de poner nuestra fe en acción, de materializar el amor al más necesitado.
Y esto es sólo el comienzo, y es tanto lo que resta -teniendo en cuenta el déficit habitacional en Argentina- que alguien sin fe podría desmoronarse frente al desafío colosal. Pero nos anima saber que Dios está de nuestra parte, El ha dicho que lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Lucas 18:27). Nos ha enseñado a clamar a Él, quien responderá (Jeremías 33:3). Nos invita a confiar cuando dice: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá” (Mateo 7:7). Y eso hacemos cada día y vemos a Dios obrar los imposibles.
Todos podemos participar de este gozo particular y cuantos más seamos los “obreros” más pronto alcanzaremos las metas. La colaboración de muchos hombres y mujeres dispuestos a poner su amor en acción es necesaria para que muchas familias mas experimenten la bendición de Dios en sus vidas.

José F. Colacilli

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